Sentado en un banco del parque, el hombre ve caer las doradas hojas de los árboles, el viento las levanta formando remolinos.
Desde un cielo gris oscuro caen algunas gotas de lluvia que se le introducen por el cuello levantado del chaquetón, algunas le escurren por el rostro, no se inmuta, ni siquiera se mueve, las hojas se acumulan en sus pies, humedeciendo sus zapatillas de running se siente melancólico como si la nostalgia lo hubiera invadido a través de los poros
Ayer Laura, le había dicho que había conocido otro hombre y que quería intentar esta nueva aventura.
Se siente confundido y ahí esta absorto, sin energía, deshilachado como un trapo viejo.
Se siente mal, con el pecho muy apretado.
Se preguntó, si suicidarse sería una solución, podría tirarse al metro y se imaginaba cayendo a los rieles, escuchando un ruido seco, la sangre explotaba manchando el vagón, había escuchado que algunas personas se lanzaban al vacío desde el mirador del Costanera Center.
¿Cómo será la sensación de caer y caer, caer a la nada?
La tarde transcurrió lentamente, comenzaron a salir tímidas las estrellas, por aquí por acá, hasta llenar el cielo azul, la luna menguante surgió por el oriente, creando un pequeño resplandor plateado alrededor del hombre y llenando de siluetas fantasmales el parque, siluetas que como animas en pena parecían deslizarse entre los árboles.
Ve una alta figura caminando hacia él, tiene la espalda ancha y su abrigo negro, largo, ondula con su sinuoso caminar, al bamboleo de las caderas, deja entrever su elegante vestido de la Prada. La larga melena ondulada de color castaño ondea con el viento.
Cuando llego cerca, se agacha un poco y con un gesto muy delicado, alarga una mano gruesa con cuidadas uñas pintadas de rojo, sostiene un cigarrillo sin encender.
- Dame fuego. – le dijo con una voz ronca, profunda.
Saco el encendedor del bolsillo, encendió la llama y levanto la cabeza, quedándose fijo en los ojos pardos, finamente delineados, con unas pestañas postizas de muñeca, que parecían acariciar el aire cada vez que pestañaba, el maquillaje no logra ocultar una fina sombra de rasurado.
- Córrete un poco para sentarme. -
-Asintió con la cabeza y obedeció la orden dejando un espacio en la banca. El viento helado le golpeo el rostro haciéndolo estremecerse.
Exhalando una larga bocanada de humo y retirándose un mechón de pelo del rostro, ella se le arrima un poco y le dice:
-Tengo que ir al Hospital, una amiga esta de parto. ¿Me acompañas?
El hombre reflexiono, nadie me espera, tengo frío y no tengo nada que hacer, tampoco quiero llegar a la casa vacía ¿por qué no?
-Bueno, vamos, te acompaño. -
Y echaron a andar por el Parque, rumbo a la Maternidad, eran unas pocas cuadras, que caminaron tranquilos, entrando en calor.
En la sala de espera había un pequeño grupo de personas, que la saludaron cariñosamente, se sentaron a esperar noticias del médico, finalmente cuando apareció con su bata verde, un tanto sudoroso, informo que era un niño y que todo estaba bien.
Ella le susurró al oído: - Que pena más grande, ese pequeño ha vivido su primera separación, a partir de ahora será un sinfín de despedidas.
El quedo estupefacto, nunca lo había pensado.
-Esto salió bien, en realidad mal, me hicieron perder el tiempo, en eso suenan las alarmas en el box continuo.
Los médicos y las enfermeras corrían gritando paro cardiaco, llegaron con las máquinas de reanimación, todo era un tremendo barullo, el caos se apodero del lugar, entre las cortinas se podía ver cómo le colocaban las paletas en el pecho de la parturienta que yacía en la camilla, hasta que se sintió un largo pitazo y los médicos cabizbajos se retiraron del lugar, después de dar la hora del fallecimiento.
-Ahora sí, ahora todo salió bien. –
Se da vuelta y le guiña un ojo.
-Tengo que ir a la casa de un amigo. ¿Quieres ir? -
Tomaron un taxi en la puerta del Hospital y se dirigieron hacia la casa del amigo.
Durante el trayecto recordó que había escuchado, que era fácil ahorcarse y se imaginó colgándose de la viga de la casa, imagino el crahs de la tráquea al quebrarse, la falta de aire, la desesperación por alcanzar una bocanada, la lengua hinchada, los pies bamboleando, el último baile antes de la oscuridad, como mostraban en las películas.
-Que dramático- dijo ella_ Naaa!! Te morí feo y medio reventado, te pareces a Gustavo, todo romántico.
Abre los ojos, grandes, redondos. Le pregunto ¿Qué Gustavo?
-Gustavo Adolfo, el poeta, era más loco, cuando finalmente lo fui a buscar ¡oh! Sorpresa, no se quería ir.
Mira estamos llegando y con su tosca mano de movimientos femeninos, toco el hombro del chofer.
¿Cuánto? y pago.
Antes de tomar el vuelto, se dirigió al chofer.
-Tenga cuidado, quédese aquí un rato- y se bajaron
En la esquina paso a toda velocidad un auto blanco y se escuchó un tremendo ruido, unos metros más allá, un choque automovilístico.
Entraron a la casa, el hombre todavía desconcertado, noto que el ambiente estaba denso, una tristeza lánguida recorría el lugar, como si una sombra oscura opacara la luz de las lámparas.
El amigo les sirvió un trago y entre sollozos les conto que en el cuarto continuo su madre agonizaba.
Ella se levantó del sofá y camino pausadamente sobre sus botas con tacones, entro al dormitorio y cerró la puerta, a los pocos minutos las ampolletas titilaron y la sala pareció iluminarse.
El amigo lloraba silenciosamente, cuando le surgió otra imagen en la mente, se vio entrando a la pulcra oficina de Laura, de pie frente al escritorio, el cielo lleno de nubes cargadas de electricidad, introdujo el cañón del revolver en la boca, sintió el frío en sus labios y el sabor metálico, apoyo la espalda en la blanca pared.
Un estallido, la pared ahora es roja.
La puerta se abrió, venía con un cigarrillo en la mano, aspiraba con gusto, miro a su amigo con sus largas pestañas postizas y dijo se terminó, llama a tu familia, hay que preparar el funeral.
Luego se giró hacia el hombre, que la estaba acompañando, lo miro y apagando el cigarrillo le dijo recuerdas cuando murió tu mama, sentías un dolor infinito y lloraste por primera vez en tu vida.
Lo toma del brazo y lo lleva hacia la puerta, le tira un beso a su amigo y salen a la calle.
Ahora escúchame esto es importante.
-Te das cuenta, cuantas penas tiene la vida de un hombre o de una mujer, en todo momento a cada instante, algo cambia, algo se pierde, mira como caen las hojas de los árboles, volverán a brotar, pero ya no serán las mismas.
Ahora tu mujer se va, tendrás que enfrentar una nueva perdida, no te creas que es la última.
El hombre salta y le dice: - ¿y eso como lo sabes tú?
-Ah!! Yo sé muchas cosas. Sabes, no es fácil para mí, tener una conversación tan íntima como la que tenemos ahora, en general la gente me rehúye.
¿Cómo es eso? ¿Eres rechazada? ¿Por qué?, pregunta el hombre, saliendo de su ensimismamiento, ¿Por qué? Si conmigo eres tan dulce
En ese instante suena el piar de un pajarito.
-Me están wasapeando.- Dijo ella.-Tengo que irme, tú ándate a tu hogar-
Él le dice espera, ¿Que otra perdida tengo que enfrentar?
-Esta experiencia con tu mujer, te va a llevar a darte cuenta, de que tienes que renunciar a buscar la felicidad fuera de ti, me voy, me necesitan. -
Y comienza a alejarse caminado con largos trancos, algunos tenues rayos de sol comienzan a iluminar el cielo y lo último que alcanza a ver es un destello brillante en los lóbulos de sus orejas, mientras ella va perdiéndose en la neblina.
Ey! – Grita el hombre, paralizado en medio de la acera- Al menos dime tu nombre.
Ella se da vuelta y riendo le grita.
¡Lo único que te puedo asegurar, es que nos volveremos a encontrar!